martes, 13 de marzo de 2012

DULCE VIDA DE PERRO




En apenas una semana quedó mi vida conclusa para sentencia, y se me sentenció. Empezaron por burlarse, a mis espaldas, llamándome "loco" y "raro", un gringo que hablaba con los perros y se aparecía en la perrera a las 6 de la mañana, incluyendo los domingos; un tipo taciturno y observador que nunca se iba de parranda, que no gustaba de las mujeres y que no robaba el dinero destinado al sostenimiento de unos animales que no podrían protestar, ni denunciarlo. Terminaron por mentir y calumniarme, y no pararon hasta que me llegó una carta lacónica, del general García Trujillo, el Sobrinísimo del Generalísimo, fechada el 26 de diciembre de 1949:

"Sr George W. Beck

Ciudad

Estimado señor:

Tengo a bien informar a Usted que el Ejército ha resuelto no seguir utilizando sus servicios como Encargado de las Perreras del E. N, por cuya razón al recibo de la presente queda cesante en las funciones que desempeñaba..."

No podían entenderme, era pedirles demasiado. No estaban capacitados para amar a los perros quienes no amaban a las personas. Porque para mí los perros no son animales irracionales, sino nuestros hermanos en desventaja, que han nacido dotados de menos inteligencia que los humanos, pero con no menos nobleza, ni sentimientos. Diré más, pues ya no tengo nada que perder: he disfrutado más de su compañía, desde mis días de infancia en Alabama, que la de las personas. He amado más a estos cuadrúpedos juguetones y tiernos, que a los bípedos que me han rodeado siempre, seres generalmente insensibles y egoístas, incapaces de movilizarse por un niño, la decrepitud de un viejo, o el llanto de un adulto; imposibilitados para ser fieles a cambio de nada, incapaces de amar por instinto, sin esperar, de retorno, alguna prebenda.

Ellos, los que me calumniaron hasta lograr mi cesantía, me han visto tratarlos y no han entendido ni jota. No se han hecho mejores, como yo esperaba que resultara de la observación de la bondad y del buen ejemplo, del trato humano a los animales. Yo creía, en mi inocencia, que al verme interactuar con ellos de una manera diferente, sin necesidad de palos ni golpes, cadenas, ni castigos, terminarían por amansar esa rabia que le sale por los ojos, esa locura colectiva larvada que he entrevisto en los militares que sirven a Trujillo, porque se saben impunes y por encima de los infelices ciudadanos. Aquí la vida es de perros, y nada vale si estos energúmenos creen que con mancharse las manos de sangre podrían hacer méritos a los ojos de sus superiores. Mi plan de hacerlos más humanos en contacto con los cachorros, falló por completo, y muy a mi pesar, he llegado a la conclusión de que no tienen remedio.

Cuando llegué todo fue halagos y reverencias. Un yanqui es visto como un semi-dios por estos ignorantes, porque saben de sobra que el Jefe rinde pleitesía a quienes lo formaron en aquella Escuela de las Fuerzas Constabularias de Haina, donde el Marine Corp traspasó, a las fuerzas nativas, las experiencias de lucha contra gavilleros y patriotas. Todo lo aprendido en lo que entonces se llamaban "pequeñas guerras", u operaciones de contrainsurgencia imperial, fue traspasado a los cipayos del patio, incluyendo el uso de la inteligencia, los sobornos, las torturas, los bombardeos con gases tóxicos, y también, la manera óptima de servirse de perros de presa contra fugitivos y enemigos. Y cuando vieron cómo los nazis eran capaces de fusilar a diez polacos o rumanos por cada perro guardián que les mataban, entendieron el valor de los cachorros como armas, no como seres animados creados por el Todopoderoso para servirnos de estímulo en su candidez y lealtad.

Por desgracia, nunca me quedó claro que se me contrataba para adiestrar asesinos, y no compañeros del hombre, avalado por los buenos servicios que había brindado en mi país a un senador aficionado a la caza. En mi amor ilimitado a estos seres de ojos limpios y lagrimosos, capaces de lamerte la mano cuando les riñes, y de arrastrarse a tus pies cuando violan las reglas, no comprendí que estas gentes lo que necesitaban eran eficientes rastreadores de prófugos, y cómplices envilecidos en la tarea de torturar hasta la muerte a los infelices que caían en sus manos.

Nuestros problemas fueron a primera vista. Desde el inicio me rebelé contra la desidia y la manera en que trataban a los animales, sin sospechar que era una extensión de la manera en que trataban a los seres humanos. Les arrojaban la comida directamente sobre la tierra, sin cuidarse de que fuera sana, sin separar la grasa de la carne; sin pensar en que sus corazones, ni más ni menos como los nuestros, no serían capaces de resistir eternamente una alimentación descuidada y mortal. Los golpeaban por cualquier nimiedad, les gritaban por gusto, jamás los acariciaban, ni se preocupaban por que el veterinario del Ejército los atendiese. Mantenían mezcladas a todas las razas, en una promiscuidad decadente, sin importarles los cruces, ni comprender el abc de la genética. Y si alguno se mostraba rebelde, desadaptado o agresivo, simplemente lo ahorcaban, entre risas y aplausos colectivos.

En este pantano fui sumergido. Podrán entender mi perplejidad si les digo que desde niño siempre dormí en la cama con algún perro, y que para mí lamerlos, y ser lamidos por ellos, era, y sigue siendo, motivo de satisfacción y regocijo. Nunca he usado la violencia para imponerles respeto, porque eso sobra en quien inspira cariño. Y, además, el trabajo en las Perreras del Ejército Nacional era mal visto por los rasos y oficiales, casi como un castigo o una degradación: allí no se ganaba casi nada, aparte del salario, y la única fuente posible de peculado era robarse el dinero destinado a su alimentación, y mantenerlos al borde de la inanición. ¿Alguien podría asombrase si aquellos infelices animales eran capaces de matar pollos, lagartijas, gatos y ratas para sobrevivir?

Lo que encontré al hacerme cargo de las Perreras fue un infierno. Así lo informé al capitán Armando Hernández, de la Secretaría de Guerra, Marina y Aviación, en carta del 19 de diciembre:

"... Me tomo la necesidad de reiterar, una vez más, las necesidades urgentes respecto al mantenimiento, y a mi trabajo en las Perreras:

1) Es absolutamente necesario, que a la mayor brevedad, se saquen a los tres perros bastardos que hay aquí, que están enfermos, y que al mismo tiempo, son perros muy revoltosos y mantienen excitados a los otros.

2) Como en la perrera no hay perras de raza policía alemana, se recomienda comprar dos a la mayor brevedad, y también una Doberman. Los sabuesos son muy viejos ya para entrenamiento...

3) Como es absolutamente necesario que yo esté constantemente en la perrera, desde las 6.00 am, incluyendo los domingos, por ser el personal de esta muy incompetente, solicito una transportación independiente, como una motocicleta. Solamente con mi constante presencia puedo hacerme responsable del mantenimiento de los perros".

La respuesta no se hizo esperar: no compraron las perras recomendadas, pero dos cachorros con los que me relacionaba muy estrechamente, y que presentían cada mañana mi llegada con muestras de alegría, amanecieron muertos, monstruosamente hinchados, y con los hocicos plagados de hormigas. Tampoco sacaron a los dos perros locos que mantenían en constante tensión a los demás, ni a los sabuesos decrépitos, entre ellos uno llamado Margarito, que se pasaba horas mirando un punto de la pared y había que ayudarlo a subir y bajar cada escalón. Y de la motocicleta, ni hablar: jamás la vi pasar.

Lejos de comprenderme, ellos contraatacaron, apandillados como una masa informe de seres grises y babeantes. El mayor José René Ramón fue el encargado de darme la estocada final, en carta al Secretario de Estado de Guerra, Marina y Aviación, fechada el 22 de diciembre:

"Muy respetuosamente me dirijo a esa Digna Superioridad con súplicas de que sea ordenado el retiro de este recinto militar del Sr George W. Beck, por incompetente en el manejo y entrenamiento de los perros, y por haber demostrado una conducta disociadora entre los miembros de este Cuerpo, presentando reportes contra el personal. Se ha observado que cuando visita cualquier oficina tiende la vista, inquisidoramente, hacia la correspondencia, lo que hace pensar que es una persona como destinada al espionaje, y al tratarse de un extranjero, nada podría dudarse..."

Al retirarme por entre las jaulas, con la cabeza gacha, sentí que Nacha, Margarito y Rosario, los únicos amigos que dejaba detrás, me seguían en silencio, consternados, presagiando el desastre final.

Aún llevo por dentro, y no me lo puede quitar ni el silencio en las noches de Alabama, el aullido conque me despidieron.


En mi amor ilimitado a estos seres de ojos limpios

y lagrimosos, capaces de lamerte la mano cuando

les riñes, y de arrastrarse a tus pies cuando violan

las reglas, no comprendí que estas gentes lo que

necesitaban eran eficientes rastreadores de prófugos,

y cómplices envilecidos en la tarea de torturar hasta

la muerte a los infelices que caían en sus manos.

Nota: Algunos nombres de los personajes de la serie "La Era" son ficticios, y los sucesos rigurosamente ciertos. Los documentos que los avalan pueden consultarse en el Archivo General de la Nación.

Cortesia de el DiarioLibre.com
PADRES PREOCUPADOS Y PERROS ANTINARCÓTICOS

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Ahora los padres preocupados por las adicciones no reveladas de sus hijos pueden contratar perros antinarcóticos.

Una firma británica de seguridad privada ofrece, por módicos cien dólares, una inspección al cuarto de los chicos a cargo de un simpático perro entrenado para detectar drogas. Cualquier sustancia ilegal que los animales hallaren deberá ser entregada a la policía.

Trevor Hutchinson, director de esta empresa de Portland, explica que en realidad es menos intrusivo poner a trabajar a un perro que hacerlo uno mismo. "Es mucho peor que sea el padre el que da vuelta cajones, repisas y diarios privados", sostuvo.

Sin embargo, las asociaciones de prevención y control de las adicciones desaconsejan el procedimiento. "Los padres deben buscar ayuda antes de lanzar acusaciones. Es mejor decirle a tu hijo que estás preocupado por algo y que necesitas hablar con él de ello".

Cortesia de noticiaslocas.com
LA CUMBRE, BONAO.- La Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) graduó este viernes aquí a 11 manejadores caninos con sus respectivos perros, donados por la Sección Antinarcóticos (NAS) de la Embajada de los Estados Unidos, los que serán destinados en el reforzamiento de la lucha contra las drogas y la detección de dinero. La actividad fue encabezada por el presidente de la DNCD, mayor general Rolando Rosado Mateo; y el director del NAS, Arnold Sierra; en presencia de funcionarios de distintos niveles de ambas instituciones. El acto fue realizado en sede del Centro de Entrenamiento Canino (K-9), ubicado en el kilómetro 63 de la Autopista Duarte.

“Es la primera vez que la DNCD gradúa el binomio completo, es decir al manejador y al ejemplar. Se trata 11 ejemplares de diferentes razas que serán destinados a la detección de cocaína, heroína, marihuana, crack y papel moneda”, dijo la agencia antidrogas en un comunicado emitido a propósito de la actividad.

La formación de los 11 binomios tuvo una duración de seis semanas, espacio que permitió a los manejadores aprender todo o relativo al comportamiento, salud y control de los animales, los cuales aprendieron también a reaccionar frente a los distintos estímulos olfativos.

Las razas entrenadas son Pastor Alemán, Pastor Belga Malinois y Dodge Cheper.

El NAS garantizó que seguirá apoyando lo que definió como valioso trabajo que realiza, vía su Sección K-9, mediante de otras donaciones  de animales de esta naturaleza. Los ejemplares caninos están listos para entrar en acción de inmediato en los lugares necesarios, sobre todo en puertos y aeropuertos.

Se trató de la 6ta graduación de manejadores y ejemplares, desde la fundación del Centro de Entrenamiento, en la Fortaleza del Ejército ubicada en esta comunidad de la Provincia Monseñor Novel, facilitada por esa institución para esos fines. Allí han sido entrenados todos los ejemplares activos de la DNCD.

Ha servido igualmente para entrenar animales para las unidades K-9 de la Policía y del Cuerpo Especializado de Seguridad Aeroportuaria (CESA), así como para la Policía Haitiana, institución a la que la DNCD le ha formado una gran cantidad e agentes antinarcóticos para ser empleados en la lucha antidrogas en el vecino país.

Fueron hechas demostraciones con varios ejemplares para detectar cocaína, heroína, marihuana, crack, éxtasis y papel moneda en diferentes escenarios, demostrando los nuevos ‘perros policía’ una gran destreza, la que fue ponderada por los funcionarios de la embajada estadounidense, sobre todo Sierra.

Cortesia de Santiagodigital.net